Puntería

     El ajedrez. Ese simple juego de mesa con un tablero muy elegante y unas piezas muy bonitas es, probablemente, el deporte más complejo que jamás se ha creado. Y es que  no sólo se trata de mover un par de piezas y comer al rey enemigo, sino de una jodida guerra entre dos personas. Dos cerebros que luchan por ser más fuertes que el otro, tanto mental como estratégicamente. Dos cerebros que intentan, bajo toda circunstancia, poder estar un paso más adelante que su rival. La divinísima magia de la predicción. Una mente débil no puede dedicarse a esto. Demasiadas emociones que administrar y muy poco tiempo para ello. Y aunque no lo parezca, la frialdad y el cálculo bajo mucha presión podrían significar la victoria moral y, posiblemente, material.
   
 

     Las relaciones. Esas aparentemente simples conexiones entre personas que podrían calificarse de cualquier manera menos simples. Dos humanos preparados para enfrentarse, indirectamente, en un inmenso tablero de ajedrez. Preparados para vivir una batalla campal donde el terreno serán las conversaciones  y, las piezas, el amplio mundo de las emociones. "Si me habla, le contesto". "Si no me habla, paso de arrastrarme". "Ya me hablará él/ella". "Soy demasiado orgulloso/a como para aceptarlo". "No quiero parecer un pesado". "Es demasiado directo/a",... Toda una larga lista de frases típicas preparadas para ser soltadas en el momento adecuado. Porque es obvio que no queremos perder la partida. No queremos ser la parte débil y frágil. A nadie le gusta mostrar su punto débil,  porque sabemos que las debilidades están para ser atacadas. A nadie le gusta perder.

     Pues yo, como fiel anti-sistema que llevo siendo desde que aprendí lo estúpida y simple que puede llegar a ser la humanidad, opto por ignorar todos y cada uno de los tópicos. Todas y cada una de las estrategias, las artimañas, los juegos, las tácticas, el orgullo y hasta la dignidad ,si es necesario, para poder disfrutar de la belleza de las relaciones. De su parte sincera y transparente. Porque me lanzaré por el puente de tus labios porque quiero, no porque sea yo el tío y sea YO quien tenga que dar el paso. Porque es eso de lo que hablo, ¡joder! Hablo de dejar todas las banalidades de lado y de fluir sin miedo a caer por la borda. Hablo de actuar por simples impulsos sabiendo de antemano que todo puede salir mal y la vida tal y como la conoces podría hundirse si das tu 100% desde el principio. De no quedarme nunca con las ganas y de hacerlo porque prefiero decir que al menos lo intenté y lo dí todo de mí, a decir que no tuve huevos. Sí. Vivo a base de sueños y quimeras y podría parecer que mi futuro se vislumbra pedregoso, pero es que me niego a pensar que la vida es tan simple como un juego de mierda.

     Tal vez sea el momento de empezar a hacer las cosas por nosotros mismos más que por la aceptación o el agrado de los demás... Porque quizá sea esa la bala que dé en el centro de la diana, y las otras hayan sido nimios intentos. Puede que, después de todo, el problema haya sido eso: puntería.
               
                    

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