Vicios
Al fin y al cabo, la vida está llena de vicios. Tantos como personas. Hay vicios buenos, no tan buenos, vicios malos y vicios malísimos. Vicios que matan -de amor- o ahogan -de sueños- ,vicios que relajan o asfixian, vicios que, aunque duelan, inspiran... Vicio es el camino hacia la utopía, y también lo es la esperanza, que nunca se va y siempre se queda -que no es lo mismo-. Vicio son las fantasías y los deseos que no nos dejan bajarnos de esa nube tan grande y esponjosa que a todos nos encanta. Vicio son los paseos a la luz de la luna y encontrarte con ese olor a mar tan característico, vicio es poder parar y respirarlo cada vez más profundamente. Vicio son los amaneceres...
Vicio es el reflejo de tus ojos, tan oscuros como la noche... vicio es el misterio que escondes tras tu mirada. Lo son tus andares y tus curvas y también lo es la eterna juventud de tus palabras. Vicio son los domingos que te pillo desprevenida y te robo un par de horas para calmar de alguna forma el delirio al que me enfrento. Vicio es el túnel interminable hacia tu luz, las insaciables ganas de tenerte, el infinito camino hacia tus labios... Cómo me odio cada vez que me pierdo. Me diste un mapa demasiado grande y no logro encontrar el pasadizo secreto (y eso que ya lo he recorrido varias veces...).
Pero es que quizá la clave radica en que no hay ningún pasadizo, y que nunca voy a encontrar la puerta que da a ti.
Y es que de eso se tratan los vicios, que aunque nos maten cada día un poquito más, dejamos que nos consuman.
Porque nos dan esa llama que nos falta por encender.
Porque son eso, vicios.
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