Una guerra ¿perdida?

Mi llegada a Italia me ha dado cosas que contar. Como de costumbre, cuando uno llega a un sitio por primera vez, lo que hace es ir al supermercado a comprar las cosas básicas para los primeros días: algo de fruta, verduras varias, arroz, pasta, lo que sea.

Pasada ya una semana, caí en la cuenta de que, gracias al dato de mi compañero de piso, cada bolsa de plástico que usas para comprar cada tipo de fruta o verdura, cuesta 2 céntimos. Entonces, si compras varias piezas de verduras y las separas en bolsas, tendrías que pagar 2 céntimos por cada bolsa que uses. Esto es, evidentemente, un robo a mano armada.

Más allá de las obvias razones medioambientales, que ahí están y, a día de hoy, sigo preguntándome por qué no se han parado a pensar esto, están también la económicas. Me explico, ¿realmente se gana dinero vendiendo bolsas a 2 céntimos? ¿Realmente vale la pena mandar soldados al norte, con lo bien que se está en el sur?

¿Qué hago yo, como buen guerrero que soy? Pues, la siguiente vez que fui al supermercado, peso las frutas/verduras por separado, las meto todas en una misma bolsa, y luego pego todas las pegatinas a la misma bolsa. Hasta aquí, todo bien. Una mini anécdota graciosa que me pasó haciendo esto es que, una de esas veces, me cobraron tantas bolsas como pegatinas había pegado. Supongo que fue una pequeña venganza del dependiente. Me eché una risa, y a seguir.

Como no quería que esto me volviera a pasar, lo que hacía era avisar que tenía varias pegatinas puestas con el objetivo de que no me cobraran cada bolsa por separado. Y esto, al menos momentáneamente, funcionó. Sentí que había ganado esta batalla. Al llegar a casa -esto es verídico-, me abrí una cerveza y me la bebí con un gusto diferente al de otras veces.

Después de haber hecho esto ya varias veces, me topo con la clásica dependienta jovenzuela que, digamos, no está feliz con su trabajo, y no sólo lo demuestra, sino que siente que está posicionada en un puesto lo suficientemente privilegiado como para tratarte como si fueras un desecho social. Pues bien, con bastantes malas formas, me informa que esto no se puede hacer. La réplica obvia, que no dejé de hacer, fue: ¿Por qué? Lamentablemente, no me dio esa respuesta. Simplemente, espetó palabras aleatorias en italiano que no supe entender, me tiró la vuelta, y me despidió con una patada imaginaria en las nalgas. Lo curioso es que tuve que volver a por el ticket y, no sé ni cómo ni por qué, la cosa se calentó, pero esto ya es otra historia.

A las semanas después, decidí repetir la misma estrategia en otro supermercado que estaba también cerca de casa. Al pagar, pregunté al dependiente y, como era de esperar, me dijo que esto no se podía hacer, pero que como era la primera vez, me lo perdonaba. -pobre iluso, se cree que es la primera vez que lo hago…-.

Me imagino una especie de clase magistral de formación de dependientes de supermercados en las que avisan que hay gente como yo: gente que desea fervorosamente, por muy tontas que sean, saltarse las reglas. Y ellos deben estas ahí para que esto no pase, porque las reglas están para cumplirse. Cada vez que hagan algo así, un acto de heroísmo de supermercados, imagino que se pondrán sus medallitas al llegar a casa. O al menos eso me gusta pensar.

Como este último dependiente había sido bastante simpático, bajé la cabeza y decidí dar esta batalla por perdida. Sentí que su mirada me decía: chico, suelta el arma y vuelve a casa.

Pero volveré.

Comentarios

  1. Hola Johny, cómo no sé si te llegó mi comentario lo vuelvo a intentar. Me reí mucho con tu primera aventura de supermercado italiano, me imaginé con tu franqueza sin límite y tu espíritu batallador. Desde luego, el estar fuera de tu país da lugar a muchas aventuras y experiencias dignas de pasar al papel. Sigue así , porque lo haces muy bien y animas a la plebe en las islas.
    Volviendo al súper no entiendo muy bien qué es lo que pretenden los dueños de esos negocios porque desde luego no es defender la ecología . En la frutería de mi calle voy metiendo todas las frutas y verduras que compro en una sola bolsa y la dueña al final saca todo y lo pesa por separado. Supongo que podrás comprar bolsas especiales y reutilizables para llevarlas de casa y así no se pondrán con monsergas y no te las querrán también cobrar a dos céntimos(!). Chiquitos cafres esos spaguettis... ya te imagino defendiendo tus principios en italiano, será todo un número escucharte. Me recuerda a una vez en Alemania que me hicieron la cuenta de la pata en un hotel y me querían echar a la calle un día antes de lo acordado, figúrate pidiendo la hoja de reclamaciones y escribiendo a no sé qué ministerio una carta de reclamaciones en alemán...sudando tinta.Bueno, no dejes de darme un toque si vienes. El día 31 tengo cita en la clínica San Fernando del Puerto y tal vez podamos vernos entonces. Cuídate mucho.Un abrazo.

    PD._No cuentas nada de tu trabajo, ¿será porque no estás demasiado contento o satisfecho?. Bueno es trabajo al fin y bien pagado.

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