Hoy... entre tanto estudio y ajetreo, usé la única llave del llavero que escondo, esa que está ahí, pero que nunca uso. Hoy... hoy abrí la caja de recuerdos que nunca pensé que abriría. Hoy... hoy volvió a mí un pequeño trozo de tí.
Gris mi ego, mis pensamientos, mi forma de ver las cosas; grises mis sentimientos, mi postura, mis expectativas; grises mis esperanzas, mi mundo, mis ganas, mis sentimientos... En un mundo donde todo es multicolor, yo lo veo todo gris, como en una película en blanco y negro. Nada me anima, nada progresa, siempre igual...
La rutina humana "primermundista" está bien definida. 8 horas de trabajo, 8 horas de sueño, 2 horas (como mucho) para comer, y lo que queda se traduce en horas frente a una pantalla o, con suerte, frente a un buen libro. Y digo bien definida porque está definida a la perfección, y no porque sea ni mucho menos óptima. La máquina social que predica cómo debemos deambular por el mundo ha decidido que debemos dedicar más de la mitad del tiempo que pasamos despiertos en un trabajo que, en muchos casos, podría ni siquiera ser el que imaginábamos o deseábamos tener, ilusos, en una juventud cada vez más manipulada y, obviamente, manipulable. Todo está medido y contado al milímetro para que no dé tiempo ni a pensar en dónde nos hemos metido. Hasta que de repente nace un iluminado y se da cuenta de que los buenos no triunfan. Y se une. Para que unos pocos sean felices otros muchos deben tirar de la cuerda hasta morir agotados, y que venga el siguien...
¿Sabes ese momento en el que estás sentado en el tren y quieres estirar las piernas, pero no puedes porque hay una persona sentada delante de tí? Entonces, miras hacia debajo y mueves los pies lo justo como para no molestar a la otra persona, pero lo suficiente como para sentirse un poco más cómodo que antes. O ese momento en el que estás en la cama con el amor de tu momento. Ocupa tanto espacio que no puedes ni moverte porque no quieres despertarle. Y solo puedes cerrar los ojos y sonreir porque estás donde quieres estar. Mejor que ayer. Y quién sabe si peor que mañana. Pienso que esa sensación define bastante lo que es la calma. La paciencia. Me recuerda a cuando vivía en Bajamar. Solía sentarme en la terraza de mi casita, que daba a la playa, mirar al cielo a media noche y ver cada-puta-estrella posible. Y como un guiri recién llegado, respirar y oler esa sal marina tan pero tan profunda... Y así cada finde. Qué es cuando más tiempo tenía, o al menos cuando más me sudaba todo la p...
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